
Si quieres recoger miel, no des puntapiés a la colmena.
A lo largo de mi experiencia profesional he podido confirmar que lo primero que se aprende es criticar a los demás cuando alguien comete un error o cuando las cosas no salen de acuerdo a lo estimado. Criticar es fácil, en realidad es lo más fácil de hacer y lamentablemente demasiado fácil de aprender. La crítica es peligrosa, porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento.
Está comprobado que premiando la buena conducta aprendemos más rápido y retenemos con más eficacia que castigando la mala conducta. Por medio de la crítica nunca provocaremos cambios duraderos, y con frecuencia solo creamos resentimiento. El resentimiento que genera la crítica puede desmoralizar a los colaboradores de tu organización, miembros de tu familia y amigos, y aun así no se logra cambiar la situación que se ha intentado corregir.
El arte de un líder es encontrar la mejor forma de criticar (es lo que creo), eso que a muchos de nosotros nos gusta hacer diciendo antes que “vamos hacer una crítica constructiva”, cuando lo único que generamos con esa frase es crear una defensa en quién recibirá la crítica, y tratará de justificarse a toda costa puesto que es algo natural defender su posición.
Aquí me gustaría citar un ejemplo, George Johnston, de Oklahoma, era el coordinador de seguridad de una compañía de construcción. Él contó que cada vez que se encontraba con un obrero sin su casco de seguridad, le ordenaba, con mucha autoridad, que cumpliera con las reglas. Sin embargo, el resultado que obtenía era una obediencia desganada y con frecuencia los hombres se volvían a quitar el casco ni bien les daba la espalda. Entonces decidió probar algo diferente, y cuando volvió a encontrar un obrero sin casco, le preguntó si el casco le resultaba incómodo o no le iba bien. Después le recordó, en tono muy amistoso, que su misión era protegerlo de las heridas, y le sugirió que lo usara siempre que estuviera en la obra. El resultado de esta actitud fue una mayor obediencia a las reglas, sin resentimientos ni tensiones emocionales.
Otro ejemplo, personalmente tuve la suerte de presenciar algo parecido. Hace unos años, cuando estaba en una reunión, uno de los colaboradores tenía prisa por hablar con uno de los gerentes presentes. Muy amablemente lo invitó a pasar y lo dejó exponer su inquietud/problema pues parecía ser muy importante, lo que escuché fue una crítica directa hacia el gerente indicando, en resumen, que “los procedimientos estaban mal definidos y se tenía que cambiar muchas cosas en el área para mejorar la productividad de las operaciones”. Quedé algo sorprendido por la crítica tan directa a su jefe inmediato y estaba ansioso de ver la reacción de quién recibía la crítica. Grata fue mi sorpresa cuando rápidamente este colaborador recibió como respuesta “Veo que tienes muy claro cuáles son los problemas del área y estoy muy agradecido que vengas a exponerlos acá, por lo tanto estoy seguro que podrás preparar un plan de trabajo para mejorar los procedimientos que indicas y así mejorar la productividad de las operaciones que indicas”. Bueno, el colaborador se “comprometió” a preparar un plan de trabajo en un par de semanas, y como era de esperarse pasaron años y nunca presentó nada.
Seguramente todos conocemos a alguien a quién desearíamos cambiar o mejorar, todos tenemos a alguien a quien queremos criticar por su gestión o algo parecido, ¡qué bueno! Pero, ¿Por qué no empezar por uno mismo? Desde un punto de vista puramente egoísta, eso es mucho más provechoso que tratar de mejorar a los demás. Sí, y mucho más peligroso definitivamente. Pues la verdad es que cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen. Pero se necesita carácter y dominio de sí mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar.
En lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad.
Regla de Vida: ¡No critiques, no condenes ni te quejes!
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